Tenía oportunidad hace unos días de compartir experiencias y conocimientos con el equipo de dirección y coordinación de Berkeley, uno de los principales centros de simulación en Brasil, con sede central en Rio de Janeiro.

Cinco fueron los focos principales de la conversación:

1. ¿Para quién? Nuevos players

Tradicionalmente los centros de simulación clínica han estado más pensados para los estudiantes de grado que para los profesionales en activo. Sin embargo, progresivamente se está aumentando el uso dentro de los propios hospitales y organizaciones de salud como motor de aprendizaje continuo (incluso ya se integran en muchas sesiones clínicas). El aumento progresivo de las capacidades tecnológicas y realísticas de la simulación está favoreciendo esta integración en el día a día, y en un futuro espero más aún dentro del propio flow del trabajo.

Abríamos la mirada a la integración de la simulación hacia:  los profesionales (médicos, enfermeras, auxiliares, técnicos, administrativos…), los equipos (equipos naturales, coordinación entre equipos complementarios,…), los mandos intermedios y directivos (especialmente en el desarrollo de habilidades y competencias relacionales), los propios pacientes (para incidir en su empoderamiento, su autonomía, su participación en la toma de decisiones clínicas, su educación hacia la autogesión de la enfermedad…), y los propios docentes (aquellas personas –instructores, facilitadores, tutores, formadores, …- que dentro de las organizaciones de salud, actúan como agentes del conocimiento hacia otros profesionales, hacia los pacientes, familias, estudiantes,…).

2.¿Para qué? Nuevos focos

En un momento donde hablamos de la necesidad de humanización, de empoderamiento de los pacientes, de poner en el centro al paciente, de los “customers journey” y “mapas de empatía” como ejemplos de herramientas (entre muchas otras) que ponen el foco en el paciente y que permiten descubrir y profundizar sobre su experiencia, … aún considerábamos que los centros de simulación son poco permeables a este nivel de experimentación y de aprendizaje basado en innovación que, para mí, es el factor diferencial.

La contribución de la simulación en la reducción de errores y en la mejora de la seguridad de pacientes es evidente y oportuna.

Pero la simulación puede y debe aportar mucho más a la transformación y la mejora de la excelencia en los sistemas y modelos de salud, especialmente para repensar y rediseñar la atención futura (no solo la mejora de la actual). Este reto, para mi, es más apasionante e implica integrar en simulación con la capacidad de investigación e innovación, de diseño centrado en las personas, y de experiencia y gestión del conocimiento. Todo en una espiral para el aprendizaje y la mejora continua.

3. ¿Cómo?  Nuevos modelos

Pero para ello deberíamos cambiar el enfoque de la simulación y de la docencia en simulación, a veces para mi, muy clásicos respecto al potencial tecnológico, digital y transformador que la simulación representa.

Creo que estamos acercándonos a lo que siempre hemos hecho (incluso cayendo en los mismos errores como los de dedicar muy poco tiempo al análisis consultivo de la necesidad o de los objetivos a desarrollar).

Para mi no solo cambia el escenario y la tecnología a utilizar. No es solo cambiar el espacio aula y el cañón de proyección, por un escenario realístico y un simulador. Tampoco pasa solo por el reenfoque en la conducción del proceso de aprendizaje: del formador “propietario del conocimiento”, al facilitador “que conduce, orienta, facilita el aprendizaje a través de la reflexión personal y del grupo”. Para mi no debe ser solo eso.

Si la simulación es una verdadera oportunidad para innovar, repensar, rediseñar y transformar nuestra propia actividad asistencial, deberíamos acompañar a las personas y a los equipos también en los procesos de creatividad e innovación que permitan dar respuesta a los retos y necesidades avanzadas, a través de los entornos de simulación.

4. Nuevo enfoque. Más allá del doble loop

Así, y demasiado a menudo la experiencia de simulación se convierte en un “único loop”. Single-loop-learning es la denominación creada por Chris Argyris y Donald Schön, y básicamente se centra en dar respuesta a una pregunta:  “¿Estamos haciendo las cosas bien?”.

En este sentido aprender de la experiencia con un único loop casi siempre significa que algo salió mal. Tal vez cometimos un error o tomamos la decisión equivocada. Tal vez lo que sucedió fue completamente diferente de lo que pensamos o asumimos que sucedería. A veces, es suficiente para refinar nuestro proceso de toma de decisiones y cambiar, pero a veces no. Y si es que no, entonces… habremos malgastado una gran oportunidad (en clave aprendizaje) y realizado un gran esfuerzo económico (la simulación habrá salido muy cara).

Con problemas complejos o problemas que parecen repetirse una y otra vez, simplemente corregir errores no es suficiente. Para aprender realmente en estas situaciones, tenemos que mirar hacia adentro y cuestionar nuestros principios operativos fundamentales. Preguntarnos: ¿qué está pasando aquí? ¿Cuáles son los patrones? Y esto permitiría responder a la pregunta “¿Estamos haciendo lo correcto?”.

Y desde este doble loop podemos acercarnos a otras preguntas: ¿Y si…? ¿Y si cambiamos las maneras de hacer para hacerlo distinto? ¿Y si repensando el proceso desde la perspectiva paciente, podemos aportar más valor, hacerlo más seguro, pero rediseñando el cómo, repensando el quién, … y obviamente valorando el cuanto? …

5. Del entorno seguro a la incertidumbre segura

Siempre decimos en simulación que se debe empezar creando un entorno seguro para los participantes. Para reducir su nivel de estrés, reducir sus miedos a equivocarse, a creer sentirse evaluados, igual que a no juzgar a los demás, ni a condicionar la propia acción por la presencia de cámaras. Cuanto más real actuemos más valuoso será el proceso de aprendizaje posterior.

Sin embargo, y para mi, nos equivocamos al pensar que debemos crear también las condiciones para que la simulación sea un entorno seguro para los facilitadores o instructores. Debe ser un espacio no de experimentación y sí de riesgo y libertad: la libertad de diseñar un escenario de simulación para retar a los participantes a hacerlo distinto. El riesgo que, quizás, la nueva manera de hacer, no tenga más valor que la actual, sea menos segura, menos eficiente o menos excelente para el paciente.

Pero eso, en sí mismo, ya es aprendizaje. Y si no, que le pregunten a Ferran Adriá cuantas veces echó más sal de la necesaria, cuantas veces las esferificaciones salían cuadradas, o cuantas veces la deconstrucción de la tortilla de patatas quedó en … nada.

Por eso desde Berkeley están trabajando en un modelo para recopilar y documentar todo el trabajo de simulación con los hospitales de Brasil, no solo para registrar y evaluar el impacto de los indicadores de salud asociados a la reducción de errores y su mejora, sino también, para gestionar el conocimiento de todo este esfuerzo (en clave inteligencia colectiva) por sembrar una nueva manera de hacer más innovadora, singular, y de más valor.

Oscar Dalmau, director de Nuevos Proyectos de UManresa